12 julio 2008

Paralelismos entre Paulo Freire y Rosa Buenfil Burgos.

La obra del educador brasileño Paulo Freire y la educación popular a la que su pensamiento dio origen, han sido, y continúan siendo, las principales fuentes de las cuáles se ha nutrido la pedagogía alternativa que hoy conocemos. El autor realiza una de sus principales críticas cuando dice que la escuela formal deslegitima los saberes de los alumnos de las clases populares. De ahí la metáfora de que la institución escolar supone que el que llega a la escuela lo hace como un saco vacío en el cual hay que depositar los conocimientos, en otras palabras, se refiere a lo que denomina la “educación bancaria”[1].

A esta concepción Freire le opuso, como alternativa, una práctica educativa basada en el diálogo, donde el educador es a su vez educado por el educando y viceversa. Por eso se puede decir que el proceso educativo es una experiencia esencialmente comunicacional. La comunicación media en los procesos de enseñanza-aprendizaje y crea puentes entre los sujetos que intervienen en dicho proceso. Esta práctica problematizadora, dialógica por excelencia, organiza y constituye su contenido “en la visión del mundo de los educandos, en la que se encuentran sus temas generadores".

Reconocer al otro es condición para el diálogo. Como diría Freire, hay que partir del interlocutor, de su “universo vocabular”, de su “aquí y ahora”. Como así también partir de sus códigos, sus ideologías, sus valoraciones, sus prácticas, sus formas de ver y nombrar al mundo. Reconocer al otro es, por un lado concebirlo como un sujeto en igualdad de derechos y, por el otro, deshacernos de prejuicios iniciales, abriéndonos al conocimiento mutuo.

Sin embargo, muchas veces educadores y educadoras planifican su tarea conociendo poco y nada acerca de quienes serán los interlocutores en el proceso de trabajo. Esto hace que se diseñen actividades que probablemente lleguen al fracaso, debido a que no se basan en la lógica de la dinámica de la comunicación que, según Freire, debería ser una “exigencia existencial”. Sino que partieron de su propia visión de la realidad.

En este sentido, para la mexicana Rosa Buenfil Burgos, el discurso es el terreno donde se constituyen los sujetos, es el lugar desde el cual se “proponen modelos de identificación, es la constelación de significaciones compartidas que organizan las identidades sociales”. El discurso es, entonces, espacio de las prácticas educativas. Dice la autora que no hay prácticas educativas al margen de una estructura de significaciones. Es por esto que se deben contemplar, no sólo los documentos o verbalizaciones, sino también los elementos que configuran lo educativo (actividades, rituales, distribución de espacios y de tiempo, etc.), concentrándose en las significaciones que adquieren en su interrelación y frente o otras prácticas o instituciones sociales.

Por otra parte, Freire situó su práctica y su teoría en las relaciones de opresión. Desarrolló un programa de alfabetización asociado a la construcción de la conciencia política. Así “el sentido de la comunicación dialógica se comprende por su politicidad: el trabajo educativo liberador no se realiza para el otro (lo que significaría sobre o contra el otro), sino con el otro, en el proceso de "organización de los oprimidos”. El autor resaltó la posibilidad que tiene la educación de contribuir a la transformación del mundo. Se trata de una perspectiva pedagógica que no sólo propone el aprendizaje de la lectura y la escritura sino que, al hacerlo, promueve también que el sujeto vaya adquiriendo conciencia de su propia identidad y de su participación en la historia. Por otra parte, el propósito general de su proyecto fue la liberación de las personas y las sociedades, de manera dialéctica.

Por su parte, Rosa Buenfil Burgos, dice que “un proceso de educación crítico o liberador implicaría que la modificación de la práctica cotidiana, a partir de la interpelación educativa, estuviera encaminada a la denuncia, crítica y transformación de las relaciones de opresión diversas que rigen en una sociedad específica: clasista, sexista, autoritaria, burocratizante, etc"

Es por eso que podemos decir que, un proceso educativo contrahegemónico, es aquel que se propone educar para transformar la realidad.

La autora menciona que para los pensadores clásicos como Marx, Lenin, Gramsci y Althusser, las prácticas educativas juegan un papel fundamental en la constitución de los sujetos sociales. A su vez, agrega que ésta es una exigencia tanto teórica como política, a la que le concierne el análisis concreto de cómo se constituyen los sujetos tanto en las sociedades capitalistas, como en aquellas que no lo son. Así como en qué ámbitos, por medio de qué prácticas, en relación a qué posiciones, en torno a qué proyecto político, en suma, en base a qué discursos. Buenfil Burgos asegura que la premisa para la elaboración de una propuesta pedagógica y una práctica educativa compleja, múltiple y contestataria, es entender a las instituciones de la sociedad civil como espacios en los que se libran batallas por la hegemonía.

En otro orden de cosas, Paulo Freire caracterizó y cuestionó, en su libro Pedagogía del oprimido, el modo en la que educación tradicional concibe a educadores y educandos. La educación bancaria supone sujetos pacientes, receptivos, oyentes. Además, afirma que el “movilizar”, es la condición impostergable para cualquier propuesta pedagógica que se pronuncie por una educación transformadora de las relaciones sociales de dominación vigentes. Por su parte, la autora mexicana nos dice que hay que reformular los atributos que se esperan del sujeto educador: maestro, padre, dirigente, intelectual, partido, generación adulta, referente educativo fijo, absoluto, necesario; así como los que se le atribuyen al alumno: “hijo, dirigido, masa, generación joven, etc.” Esta teoría intenta romper con los preconceptos y criterios estáticos sobre los sujetos.

Para Freire y Buenfil Burgos, aunque en el artículo de la autora aparece en otros términos, el palabrerío del dominador está compuesto por palabras huecas, alienadas y alienantes. En cambio la “palabra verdadera”, es decir el diálogo, constituye un acto creador y generador de actos de valentía.

“Solamente el diálogo, que implica el pensar crítico, es capaz de generarlo. Sin él no hay comunicación y sin ésta no hay verdadera educación. Educación que, superando la contradicción educador-educando, se instaura como situación cognosceológica en que los sujetos inciden su acto cognoscente sobre el objeto cognoscible que los mediatiza”. Es decir, ambos autores, entienden a la educación como práctica de amor, para la libertad.

[1] Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005. Capítulo 3. [2] Ídem. [3] Ídem. [4] Buenfil Burgos, Rosa Nidia. Análisis de discurso y educación. Departamento de Investigaciones Educativas. Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, México. 1993. [5] Ídem. [6] Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Capítulo 3.

Por Ma. Alejandra González

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